La aventura de este fin de semana se desarrolla en las maravillosas tierras zamoranas del Parque Natural de Sanabria y Alrededores (Zamora). Esta ruta nos presenta espectaculares formaciones morfológicas de rocas esculpidas por glaciares cuaternarios, una gran cantidad de lagunas de origen glaciar con gran pureza de las aguas, una gran riqueza en su flora y, aunque más difícil de contemplar una gran diversidad de fauna. ¡Que más podemos pedir!
Comenzamos la ruta desde la Laguna de los Peces situada aproximadamente a 1720 metros de altitud, donde existe un gran aparcamiento de vehículos. Cuando llegamos al mismo no encontramos ningún coche, cuando en esta época estas sendas estarían abarrotadas de senderistas.
La primera parte del trayecto tomaremos la senda que va hasta Peña Trevinca, uno de los picos más altos de la comarca, y que subiremos en breve. La parte inicial itinerario discurre, a través del collado de La Ventosa, por senderos inundados por las últimas lluvias hasta el embalse de Vega del Conde, con un terreno muy aislado y desolado.
A esta altitud, prácticamente no existe flora, y la escasa vegetación está formada prácticamente por matorrales de escabonales, cambronales y brezales. La baja temperatura y la intermitente niebla no hacen muy agradable el arranque. Pero las ganas de montaña y aventura hacen que pronto entramos en calor.
Signos de la fauna de este lugar
Laguna de la Ventosa (1828 metros de altitud)
Al pasar por el Alto del Marrón (1770 metros de altitud) ya podemos contemplar la parte alta del Valle del Tera con su embalse y presa de Vega del Conde. En este punto oímos a varios perros ladrar. Suponemos que son los que acompañan a los cazadores, pero no nos encontramos con ninguno en todo el trayecto.
Una pena que la niebla y las nubes bajas nos impidan contemplar la cadena montañosa que tenemos frente a nosotros.
Bajamos por la ladera a través de altos matorrales hasta la entrada de agua del embalse para intentar cruzarlo (1595 metros de altitud). En principio debería haber un puente que descubrimos que la fuerza del agua había tirado. ¡Un pequeño traspiés!
Cruzar fue toda una odisea por la profundidad y fuerza del rio, que nos hizo perder un tiempo precioso. Como a mal tiempo hay que ponerle buena cara y no queríamos desandar nuestros pasos, cada uno de los componentes a su manera y por lugares distintos intentamos atravesar la corriente de agua. Los más lanzados directamente sin quitarse las botas, los más experimentados hasta se quitaron los pantalones para cruzar y mostrarnos con ello sus «famosos» calzoncillos y los demás buscaron aguas arriba un lugar para quitarse las botas y cruzar el agua helada ¡no sin dificultad! o algún paso más sencillo para saltar sobre las resbaladizas rocas. ¡Algunas perdieron hasta las castañas!
Desde el embalse continuamos por una pista que se dirige hacia la Presa del Tera. A mitad de camino nos desviamos hacia la derecha hasta la bonita Laguna de Lacillo (1713 metros de altitud), desconocida para la mayor de los senderistas. El tiempo se nos iba echando encima y había que subir rápidamente por una fuerte pendiente si no queríamos llegar de noche a los coches. Pero el esfuerzo mereció la pena. ¡Quizás una de las lagunas más hermosas de este parque natural.
Desde la laguna, volvemos rápidamente sobre nuestros pasos hasta la pista que baja hasta la presa rota de Vega del Tera (1530 metros de altitud), con vistas espectaculares del valle, del embalse y de la presa. Ahora la pista está más marcada y nos permite ganar un tiempo precioso.
Cuando llegamos al embalse algo encoge nuestros corazones. Impresiona imaginar lo que sufrirían los habitantes del pueblo de Ribadelago aquella heladora madrugada del 9 de enero de 1959 cuando, por motivos aparentemente estructurales de la presa, se vino abajo semejante mole, dejando sepultados a decenas de personas por los efectos de más de 8 millones de metros cúbicos de agua. ¡Una tragedia de la que aprender para que no se vuelva a repetir!
¡Cuesta creer que esto pudiera contener tal magnitud de agua!
Desde la presa, descendemos por un sendero que comienza a bajar por el cañón indicado por señalizaciones rosas e hitos de piedra. El sendero discurre por muchos tramos de roca, cruzando continuamente el rio. Nuestras botas comienzan a estar saturadas de agua.
En algunos puntos el rio se encañona formando paisajes realmente espectaculares.
A mitad de bajada entramos en un pequeño bosque donde tomaremos el desvío hacia la izquierda, después de un bonito puente con una preciosa alfombra de hojas, hacia la Laguna de los Peces (1420 metros de altitud). En este punto, hacia nuestra derecha, se encuentra la Laguna de la Cueva de San Martín, que no visitamos por la falta de tiempo y el peligro de que se nos eche la noche encima.
Subimos la ladera de nuestra izquierda por una pista bastante bien definida contemplando los bosques circundantes, donde los robles coexisten con abedules y sauces, así como acebos y tejos. La noche y la niebla se nos está echando encima y debemos darnos prisa para no tener ningún percance.
Las vistas del Valle del Tera, con la presa al fondo son algo realmente increíble.
Una vez que hemos subido por la ladera (1610 metros de altitud), entre el bosque, con la niebla y la noche ya cayendo, atravesamos una pequeña valla, donde deberíamos haber estado muy atentos para encontrar un sendero que nos llevará a nuestra izquierda nuevamente a la Laguna de los Peces.
En nuestro caso, con las prisas del anochecer y la niebla sobre nosotros, seguimos recto por un sendero que nos llevará a un tramo de la carretera entre San Martin de Castañeda y la Laguna de los Peces. Inconveniente solucionado gracias a la infinita amabilidad de una vecina del pueblo que se ofreció a subirnos a los conductores de los coches hasta el aparcamiento.
Una increíble ruta con todos los ingredientes de una gran ruta: espectaculares paisajes, historias trágicas de nuestros antepasados, ingenio para atravesar las numerosas corrientes de agua y todo ello acompañados de la mejor compañía, que entre risas y buena conversación, nos hizo disfrutar al máximo de esta aventura. ¡Volveremos!
¡Nos vemos en la montaña!