De nuestro Corresponsal:
Francisco Rodríguez Nieto
¡Hoy ha sido un día de contrastes!
Empezamos adentrándonos entre los pinares situados junto a Parada do Sil, desde donde salía un camino hacia “los Balcones de Madrid”. Un mirador desde donde pudimos contemplar la belleza de la Ribera Sacra, con unas paredes sinuosas que recordaban al gran cañón, y encima un paisaje que resaltaba con pueblos repartidos con campos de viñedos entre medias.
Viniendo de Valladolid, agradecimos mucho esa vista, con esos relieves. Volvimos con la autocaravana dispuestos a recorrer kilómetros para llegar a nuestra siguiente etapa, Santiago de Compostela. El viaje fue muy cómodo, a medida que van pasando los días le vamos cogiendo el truco a la vida en caravana. Antes de salir nos aseguramos de que todo está guardado y no hay nada susceptible de salir rodando durante el viaje, y en general que está todo en orden. Esto te queda claro en el primer viaje cuando en las curvas empiezan a rodar objetos y caer al suelo. Es muy distinto a viajar por habitaciones de hotel, aquí casi se te crea la sensación de estar en tu casa: al entrar está la cocina, enfrente el salón y al fondo, tras pasar el baño el dormitorio. Solo que todo esto cabe en una furgoneta grande ¡muy acogedor!
Y por fin llegamos a Santiago, una ciudad llena de magia. Dejamos la autocaravana y paseamos por las calles de su casco histórico.
Después de comer nos acercamos al Parque de la Alameda que ofrecía algo de sombra frente al sol. Nos encontramos allí con las “Dos Marías”, una estatua muy curiosa que recuerda a estas mujeres de la época franquista, os animo a buscar su historia. También nos encontramos a Valle- Inclán sentado en un banco, disfrutando de unas vistas privilegiadas del centro.
Ya en el centro nos dirigimos hacia la catedral y entramos en ella. Tanto por fuera como por dentro estaba llena de andamios. Mira que la he visitado varías veces y nunca está sin obras. Esta vez, tras acabar un tratamiento para limpiar la fachada del pórtico, estaban principalmente dentro y en la girola por fuera. En el interior al estar cegado la zona del altar, habían construido uno provisional de madera en la zona de los pies de la Catedral, con sillas donde pudimos estar un rato rezando. También pudimos pasar por la tumba del apóstol.
Para terminar este día, estuvimos en un concierto del grupo Nakany Kante, dentro de las fiestas de la ciudad, que sí se celebran. Fue algo raro: habían cerrado toda la Plaza do Quintana en el lateral de la Catedral, habían colocado sillas a una distancia y en las escaleras del fondo había marcas para sentarse también a distancia. Las entradas a la plaza estaban cerradas y te dejaban pasar en función del aforo, pidieron que no se bailase fuera del asiento, cosa que consiguieron casi hasta el final. Aún así disfrutamos de un gran concierto con todas las seguridades para cerrar este día.