No podíamos finalizar este fatídico año sin acercarnos a pisar la nieve. Para ello elegimos los fantásticos parajes del Parque Nacional de Picos de Europa, en particular la dura subida al Pico Gildar saliendo del Puerto de Panderrueda, situado a una altitud de 1470 metros. La subida al puerto por la carretera debemos hacerla con mucho cuidado debido a la cantidad de nieve y hielo presentes en la misma.
Salimos con niebla a nuestro alrededor pero buenas expectativas meteorológicas. ¡El paisaje es de cuento de hadas!
Comenzamos a andar a través de un sendero bastante marcado atravesando un bonito bosque de hayas. La nieve acumulada los días anteriores hace que los árboles estén bastante cargados de nieve con una magnífica estampa navideña.
Según vamos ganando altura el sendero desaparece para tener que transitar campo a través, siguiendo en varias ocasiones las huellas dejadas en la nieva por otros senderistas. Desde arriba según atravesamos la Loma de Poza Perro (1598 metros de altitud) y las Cerras de Cuébranes (1712 metros de altitud), las vistas son bastante limitadas, aunque no por ello menos espectaculares.
Es hora de ponerse los crampones.
Descendiendo unos metros, atravesamos las Hoyas de Frañana, dejando a nuestra derecha el espectacular Pico Cebolleda, para comenzar las parte más dura y exigente de la ascensión. Subiendo un poco más, llegamos a una bonita hoya por donde discurre un pequeño riachuelo con varias lagunitas. Es en este momento cuando súbitamente la niebla desaparece dejándonos contemplar las vistas de nuestra meta.
La subida la realizamos «a derecho» por lo que se hace todavía más dura hasta llegar al vértice geodésico del Gildar situado a unos 2078 metros de altitud.
Un último tramo de cresteo.
¡Las vistas son impresionantes! Al Norte podemos contemplar dos macizos de Picos de Europa, dejando entre medias el Cares, al Este El Coriscao o el cordal de Peña Prieta, y detrás de nosotros el Pico Murcia o el indescriptible Pico Espigüete. ¡Una delicia para nuestros sentidos!
La vuelta la vamos a realizar por el lado opuesto del valle por donde hemos ascendido siguiendo al principio el arroyo que desciende, para adentrarnos después en un bosque de hayas nevado, que hace más llevaderos los kilómetros finales.
Al finalizar tenemos una pequeña subida de un par de kilómetros que pone a prueba nuestras ya mermadas fuerzas.
Los últimos colores del atardecer a la llegada a los coches