Esta vez nos hemos trasladado a contemplar los restos de las edificaciones de la Guerra Civil Española en la Sierra de Guadarrama. La permanencia del frente en estos lugares estratégicos, como acceso o defensa de la capital de Madrid nos, ha dejado numerosos restos.
El “Alzamiento Nacional” se inicia el 17 de julio de 1936 en Melilla para derrocar el gobierno de la Segunda República. Este golpe de mano debía producirse simultáneamente en todas las comandancias militares, pero Madrid y otras tantas capitales de provincia permanecen leales a la República. El alzamiento triunfa de manera parcial y provoca la escisión del país en dos zonas que se declaran la guerra. El bando nacional se marca el objetivo inicial de ocupar Madrid cuanto antes, para así acabar rápidamente con la contienda. Los generales Mola y Franco, al mando del ejército del Norte y las tropas de Marruecos respectivamente, se dirigen hacia la capital. De camino a Madrid el ejército del Norte debe atravesar las elevaciones del Sistema Central. Los puertos serranos de la Sierra de Guadarrama y Somosierra se convierten en puntos estratégicos y decisivos para la suerte de la capital.
La ruta la iniciamos bajo una leve llovizna en la localidad de Valsain. Esta ligera lluvia nos acompañará durante todo el recorrido. El sendero de pequeño desnivel discurre zigzagueando entre pinos de tipo albar de tronco anaranjado típicos de Segovia pincelados por robles centenarios.
Junto a nosotros discurre en todo momento un pequeño cauce que nos acompañará hasta una pista asfaltada, donde giraremos para contemplar una gran roca denominada “Cueva del Monje”.
Dicen las leyendas, que en el pueblo vivía un tal Segura, vecino que, y aquí discrepan las leyendas, para conseguir la eterna juventud o la riqueza sin fin de la piedra filosofal, que vuelve oro todo lo que toca, declaró estar dispuesto a cualquier cosa. Como habría de esperarse, Belcebú se enteró de tan ambiciosos propósitos y, sin problemas, arrancó a aquel infeliz el pacto de sus anhelos a cambio de su alma. Y así fue en un principio. Pero Segura se arrepintió del contrato y, convertido en eremita, marchó al monte, al abrigo de unas piedras a penar sus culpas. Enterado, Satanás se presentó en la covacha a cobrar lo que era suyo, pero, en un arrebato místico, Segura logró el concurso de la mismísima Virgen, quien sin problemas espantó al maligno, haciéndole perder la dentadura. Todavía pueden verse sus terribles caninos, transformados en piedras que surgen de la pradera. Por su parte, ahora sí, el bueno de Segura se quedó vagando por estos andurriales eternamente arrepentido.
Desde esta cueva las vistas de Peñalara hubiesen sido fabulosas, aunque debido al intempestivo día que tuvimos, no pudimos contemplarlas.
Después de reponer las pequeñas fuerzas perdidas, volvemos a la pista asfaltada para deshacer nuestros pasos y dirigirnos al Cerro del Puerco.
El trayecto lo recorrimos rodeados de jaras y numerosos lanchares que servían de protección a los soldados. En este lugar existió durante la Guerra Civil Española un fortín con cabida para más de 400 soldados y resistió numerosos combates en la denominada “Batalla de La Granja”.
En el fortín aún podemos contemplar «en buen estado» numerosas construcciones de la Guerra Civil, como parapetos, muros, viviendas y barracones derruidos, puestos de tiradores, trincheras y troneras.
Desde aquí podemos vislumbrar las cumbres tapadas por las nubes, como Siete Picos, Cerro Ventoso, Montón de Trigo y La Pinareja entre otros.
Después de tomar unas “viandas de la guerra”, consistentes en un trozo de torrezno con pan y unas migas, volvemos al pueblo por otra pista muy bien señalizada donde las vistas nos muestran el Pantano del Pontón, la fábrica de maderas de Valsain o la fábrica de vidrio de la Granja.