Durante esta semana hemos realizado el “Plan Provincial de la Conservación Medioambiental y Rural entre los escolares de la provincia de Valladolid” en el albergue situado en el Centro de Interpretación de la Naturaleza de Matallana, cerca de Villalba de los Alcores.
Profesores y alumnos hemos tenido la posibilidad de conocer el medio natural de Valladolid, sus ecosistemas, riqueza paisajística y arquitectónica y elementos de su flora y fauna mediante la estancia en una instalación situada en una zona privilegiada de nuestra provincia. Hemos entrado en contacto y convivido con la naturaleza aprendiendo a trasladar a la sociedad lo aprendido en el aula y a relacionar los contenidos escolares con las experiencias que nos aporta la realidad diaria.
Salimos del Colegio el LUNES por la mañana. Todos estábamos muy contentos y expectantes ante la semana que se nos presentaba. Llegamos al Centro de Interpretación de la Naturaleza de Matallana donde nos estaban esperando los monitores Juan y Peque.
¡Que simpáticos y que bien nos trataron!
Nos presentaron el programa, las normas, distribuimos las habitaciones y dejamos las maletas.
A continuación nos contaron la historia del lugar. El sitio había sido un Monasterio Cisterciense y nos mostraron como fue el lugar hace siglos mediante unas maquetas situadas en la sala de exposiciones.
Había sido el lugar elegido en el siglo XII por un grupo de monjes franceses, provenientes del monasterio de La Creste, para fundar un nuevo cenobio cisterciense, bajo la advocación de Santa María, en las yermas tierras de Matallana. La razón que llevó a unos monjes cistercienses a fundar un monasterio en este aislado páramo de la provincia vallisoletana, y a la monarquía castellana a ceder sus terrenos para tal fin, fue el interés de unos por encontrar un lugar apartado del mundo en que orar por la descarriada humanidad, y de otros, por ocupar unas tierras recién reconquistadas y cuya roturación y aprovechamiento interesaba especialmente.
De todos los monasteios de la zona, el de Matallana fue el que tuvo menos suerte, siendo demolido en su casi totalidad en el siglo XIX. Hoy solo se conservan las ruinas de lo que en su día fue un espléndido conjunto arquitectónico.
Desafortunadamente, de este conjunto solo han llegado hasta nuestros días las bases de los muros y algunos pilares y capiteles conservados, teniendo que conformarnos con imaginar el alzado a través de los grabados hechos por viajeros que conocieron el edificio en pie antes de su destrucción en el siglo XIX.
¡Que pena perder nuestras raíces!
Primero fue la soldadesca francesa quien dio buena cuenta de los bienes guardados en su interior y, una vez que el contenido hubo desaparecido, los españoles se encargaron de hacer lo propio con el continente; primero con la desamortización de Mendizábal, que obligó a un cambio de actividad en el edificio, pues tras el forzoso desalojo de los monjes blancos, sus instalaciones se usaron como hospital y posteriormente como finca ganadera. Después llegaría su infame destrucción para reaprovechar sus sillares para diversos usos, entre ellos la construcción del Canal de Castilla.
Afortunadamente, el paso del tiempo nos ha hecho ser conscientes del valor que tiene nuestro rico patrimonio y la necesidad de preservarlo. Quizás por ello, el Monasterio de Matallana fue declarado Monumento Nacional en 1931, aunque eso no se tradujo en una efectiva recuperación de sus ruinas, entre las que comenzaba a ser difícil distinguir las formas de sus capiteles y columnas envueltas por zarzas y hiedras.
No sería hasta los años noventa del pasado siglo cuando las instituciones comenzaron a volcarse en la recuperación del espacio y en el desarrollo de las antiguas dependencias, acometiendo importantes mejoras y reformas destinadas a rescatar del olvido este lugar. Gracias a estos trabajos, hoy en Matallana el silencio del abandono ha sido sustituido por el jolgorio de los cientos de niños que cada semana visitamos el centro de educación ambiental levantado junto al demolido monasterio, y en el que los más jóvenes, además de visitar y jugar entre las ruinas cistercienses, aprendemos a valorar y reconocer la riqueza medioambiental de la zona de los Torozos.
En los últimos años, el Centro de Matallana se ha ido ampliando, incorporando otros espacios, tales como una sala de exposiciones que explica la historia de este lugar, un jardín de plantas aromáticas y medicinales o un parque infantil temático.
Después de ver como había sido el Centro hacía años salimos a visitar las instalaciones del Centro en la actualidad. Comenzamos viendo el jardín de plantas aromáticas con muchísimas variedades de plantas, lavanda, tomillo, etc.
¡Olían genial!
A continuación nos enseñaron los restos de lo que había sido la iglesia durante muchos años, pero que por la falta de cuidado se había caído completamente. En su época sus cúpulas se elevaban más de 30 metros. Era impresionante ver los cimientos de esta iglesia y los huecos que quedaban de las distintas capillas. Pudimos también ver las aberturas por donde entraban a la iglesia, dependiendo del estatus social que tuviesen.
Después fuimos al Parque temático del ovino e interpretación de la lana. Allí pudimos contemplar más de 20 tipos distintos de razas de ovejas.
¡Es impresionante ver la gran variedad de razas que tienen!
Raza churra, castellana y merina
Es una lástima que toda esta diversidad se haya perdido en España con el paso de los siglos. Algunas de las que vimos fueron raza churra, merina, xalda, carranzana, ojalada. Lacaune, castellana, manchega, berrichon du cher, etc.
Para finalizar la mañana nos enseñaron el Aula de Interpretación de los Palomares. Era un palomar restaurado de finales del siglo XIX donde pudimos observar su interior.
Después de comer realizamos la ruta a la Laguna y estuvimos observando aves con prismáticos y consultamos los avistamientos en las guías que nos dejaron los monitores.
Al volver al Centro, realizamos un taller ambiental de elaboración de un marca-páginas de fieltro con el dibujo de un palomar.
Después de cenar, salimos fuera a hacer una actividad nocturna de indios y vaqueros y nos fuimos a dormir.
El martes, nos levantamos temprano, recogimos las habitaciones e hicimos la Senda Medio Ambiental “José Antonio Valverde”. José Antonio (Tono) Valverde fue un biólogo, naturalista, ecólogo y activista ambiental español, nacido en 1926 en Valladolid. Alcanzó una enorme repercusión internacional a finales de los años 1950 al encabezar los movimientos de defensa de las marismas del Guadalquivir frente a un plan del Ministerio de Agricultura para desecar esta zona. Pero además, Valverde fue un brillante investigador, y desarrolló espectaculares estudios ecológicos sobre el Sahara español y diversos ecosistemas mediterráneos localizados en la Península. Sus conclusiones fueron plasmadas en diversos artículos que hoy se han convertido en clásicos de la literatura científica española. Destaca el establecimiento de la relación predador-presa sobre una base energética, algo que habían pasado por alto los anteriores investigadores evolutivos.
Cuando estábamos a mitad de la senda nos dieron un cuadernillo ambiental que debíamos rellenar y nos explicaron la flora y la fauna de los ecosistemas de Montes Torozos y Tierra de Campos. También subimos al mirador desde donde pudimos observar todas las instalaciones y alrededores del la Finca de Matallana.
¡Que vistas tan espectaculares!
Por la tarde estuvimos vendimiando. La Finca de Matallana dispone de varias hectáreas dedicadas al estudio de actividades vinícolas. Los monitores nos estuvieron enseñando los distintos tipos de uva que tenían plantados y nos dejaron unas tijeras para poder realizar nosotros mismos la vendimia.
¡Que dura es la vida del agricultor!
Después del “duro” día de trabajo, volvimos al Centro para hacer el mosto. Toño nos enseño la técnica para hacer un buen mosto, que posteriormente se transformará en un vino de calidad.
¡Que bueno estaba!
Una de las cosas que más nos llamó la atención es cómo quedaron los restos de uvas prensadas, una vez sacaron su molde, ¡parecía un pastel bicolor! Todos quisimos tocar su extraña textura.
Después de esta jornada de trabajo, todavía nos quedaban los juegos nocturnos. Al acabar de cenar, hicimos una gynkana nocturna por las instalaciones realizando distintas pruebas.
El miércoles nos levantamos, recogimos las habitaciones y bajamos a desayunar. Era el último día y teníamos que aprovecharlo al máximo. Nos dividieron en tres grupos. Unos paseamos en burro grupo con Toño, otros realizamos un Taller Cocina tradicional, donde cocinamos unas fantásticas rosquillas y los últimos nos quedamos en el Parque de Juegos esperando turno.
Toño fue el encargado de explicarnos las características de los burros. El burro es patrimonio de la humanidad, parte integral del medio ambiente y de la cultura. Tiene las orejas largas, crin erecta y diversas tonalidades y espesura de pelo. Son dóciles hasta límites insospechados, con una capacidad de aguante incuestionable, ruda y delicada, tosca y tierna, inteligentes y agradecidos. En España comparten su vida con el hombre desde hace aproximadamente 3000 años. También nos contó que la aparición de la maquinaria agrícola ha supuesto un descenso considerable en sus poblaciones, llegando incluso a ser considerado como un animal en peligro de extinción.
¡Que pena con lo bonitos que son!
El Taller de Cocina tradicional fue explicado por Rosi y sus ayudantes. Ella nos contó los ingredientes que llevaban unas buenas rosquillas artesanales. Esta receta ha pasado de generación en generación y ahora es ella quien nos cuenta sus secretos. La receta ha sido premiada en varias ocasiones y hace las delicias a todos los visitantes que acuden al Centro de Interpretación de la Naturaleza de Matallana.
¡Estaban espectaculares!
Después de las actividades nos hicimos una foto de grupo con las rosquillas que habíamos elaborado.
Para finalizar el proyecto hicimos una encuesta para evaluar que tal lo habíamos pasado y nos despedimos…
Gracias a los monitores Peque y Juan por todo lo que nos han enseñado y por habernos aguantado tanto, a Ruben y Rebeca por habernos organizado la estancia, a Rosi y su marido José por haber sido tan buenos anfitriones, al personal Maria José, Marta, Natalia y Pilar por lo bien que nos han cuidado y alimentado y a Toño por todo lo que nos ha preparado para que pudiéramos ver las tradiciones de la provincia de Valladolid.
¡Que pena volver a casa con lo bien que lo hemos pasado!
La verdad es que lo pasamos genial.
A ver si otro año podemos repetirlo.
Un saludo
Jajaj Matallana Me Encanto 🙂
jaja como molo arturo cuando me la daras jejeje!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!