Entre risas nos hemos levantado para el que puede ser el día más duro de todos: el día de ruta. Rápidamente nos hemos preparado para la caminata de la jornada de 12 km hasta el pueblo de La Huerce. Ya listos hemos bajado a desayunar las riquisimas rosquillas que algunos de nuestros compañeros cocinaron en el taller de de cocina de ayer.
Las primeras indicaciones nos las dan en el mismo pueblo. Se trata de una sencilla ruta donde podremos disfrutar de los paisajes de esta maravillosa sierra. Para la jornada nos han dado un maletín con una lista de especies para recoger muestras vegetales de los alrededores de Umbralejo y la Sierra de Ayllon.
La vegetación autóctona es el roble y la encina. Como en otros lugares de nuestra geografía lo que predomina es el pino de repoblación. La plantación de este arbol fue la principal causa por la que fue expropiación del pueblo de Umbralejo. En esta época se pueden ver perfectamente los horizontes del bosque.
Por el sendero tambien nos encontraremos jara pringosa y la estepa, la gayuba, que forma un manto de vegetación en las zonas húmedas o la zarza silvestre. Muchos de los árboles están cubiertos por líquenes, una simbiosis entre un hongo y un alga, un perfecto bioindicador de la calidad del aire.
Las principales rocas que predominan en esta zona es el cuarzo, la cuarcita y la pizarra, con la que se construyen las principales edificaciones. Algunas de ellas tienen unas formas increíbles, que nos informan de las fuerzas a las que está rocas han sido sometidas por la naturaleza hasta transformarse en rocas metamorficas.
Cuando llegamos al río, la vegetación se vuelve de ribera, predominando en esta zona los olmos, los fresnos y los chopos. Los colores de esta época del año hace más impresionante el paisaje.
Seguimos camino siguiendo el curso del río contemplando el bosque de galería y las increíbles buitreras situsadas en las rocas de los grandiosos peñascos que dejamos a nuestra derecha. También nos encontramos un molino que en otros tiempos servia para moler el grano aprovechando la fuerza hidráulica del río.
Desde el molino comienza la ascensión a las tainas o parideras, un pequeño asentamiento usado por los ganaderos de la zona para proteger el ganado, a traves de un magnífico encinar de los que quedan muy pocos en la Peninsula Ibérica. La tranquilidad de este lugar es sobrecogedora. Cuesta creer que todavía queden lugares como este en España.
Aquí nos disponemos a comer y realizar unos juegos con nuestros compañeros de Toledo.
Después de comer seguimos camino hasta el pueblo de La Huerce a traves de una pista forestal en perfectas condiciones.