Una ruta diferente en el corazón del Vrachanski Balkan, Bulgaria

La ruta desde Zgorigrad hasta Kobilini Steni es una de esas caminatas que se graban en la memoria por lo variada y diferente que es. No es solo un sendero de montaña: es una combinación de naturaleza salvaje, pasos espectaculares y paisajes que cambian a cada tramo.

Arranca en el pequeño pueblo de Zgorigrad, a unos 600 metros de altitud, encajado en el cañón del río Leva. Justo al lado del inicio del recorrido está la vieja fábrica de piedra, testigo de la actividad industrial que antaño daba vida a la zona. Cruzando el puente y dejando atrás el asfalto, entras de lleno en el Parque Natural Vrachanski Balkan, un espacio protegido de más de 30.000 hectáreas que presume de paredes de roca caliza, bosques, praderas de altura y fauna como águilas, halcones y ciervos.

Estamos en Vratsa pasando unos días con unos amigos y su familia, y esta excursión fue la excusa perfecta para pasar juntos una jornada en la montaña. Entre charlas, bromas y paradas para hacer fotos, el camino se hizo aún más especial. La compañía le dio a la ruta un toque diferente, convirtiendo cada tramo en un momento compartido.

Desde el primer kilómetro, el sendero sorprende. Es un camino lleno de escaleras pegadas a la roca, pasarelas de madera que cruzan el río y pequeños puentes que enlazan un lado y otro del cañón. Algunos tramos son tan verticales que parecen de vía ferrata, pero siempre seguros y con buen firme. Cada estructura está colocada en un punto clave, salvando cortados o conectando zonas que de otro modo serían inaccesibles. Es imposible aburrirse: siempre hay un paso nuevo, una curva con vistas o un rincón que parece sacado de una película.

Normalmente, este camino lleva hasta la cascada Borov Kamak, de 63 metros de altura, que en primavera ruge con fuerza. Esta vez, en pleno final del verano, estaba completamente seca. No hubo cortina de agua ni bruma refrescante, pero sí la oportunidad de acercarnos hasta la base y mirar hacia arriba, admirando la pared de roca desnuda y la vegetación aferrada a sus grietas. Sin el ruido del agua, el lugar tenía un silencio especial, casi sobrecogedor.

Después de la cascada, el camino empieza a ganar altura con más decisión. Entre tramos de bosque y claros soleados, todavía aparecen aquí y allá algunas pasarelas y escaleras que salvan pequeños desniveles o zonas rocosas. El esfuerzo se nota, pero cada vez que giras la cabeza, las vistas hacia el cañón y el valle de Vratsa hacen que merezca la pena.

Poco a poco, el sendero va perdiendo su carácter más técnico y se ensancha, anunciando la llegada al refugio Parshevitsa, a unos 1.350 metros de altitud.

Lo encontramos cerrado, así que apenas hicimos una pausa y seguimos adelante. Desde este punto, la ruta cambia de personalidad: dejamos atrás el terreno estrecho y encajonado para tomar una pista amplia que asciende de forma suave pero constante. Rodeada de praderas y claros de bosque, esta parte final es más cómoda y permite caminar sin la tensión de los pasos anteriores, disfrutando del aire fresco y del paisaje abierto. Cada curva deja ver un poco más del horizonte, hasta que, sin darte cuenta, estás en lo alto de Kobilini Steni, a más de 1.500 metros de altitud, con todo el Parque Natural Vrachanski Balkan a tus pies.

El lugar es un auténtico balcón natural. A un lado se abre el valle; al otro, una cadena de cumbres que se pierde en el horizonte. El viento sopla con fuerza, las aves planean sobre los cortados y la sensación de amplitud es absoluta. Es uno de esos sitios en los que te quedarías más tiempo del previsto, solo para grabar en la memoria cada detalle.

En total, la ruta cubre unos 12 kilómetros con más de 900 metros de desnivel positivo. Es exigente, sí, pero la variedad de paisajes, la emoción de las pasarelas y escaleras, la historia que se respira en Zgorigrad y la recompensa de llegar al mirado de Kobilini Steni hacen que cada paso merezca la pena. Incluso sin el agua de la cascada, esta es una de esas experiencias que se cuentan con una sonrisa y que invitan a volver en otra estación para descubrirla con un aspecto distinto.

No podemos cerrar esta crónica sin dar las gracias a nuestros amigos, que no solo compartieron con nosotros esta jornada, sino que además nos llevaron hasta el inicio de la ruta y nos subieron hasta allí. Sin ellos, esta experiencia habría sido muy distinta. Su compañía hizo que este día no solo fuera una excursión, sino un recuerdo compartido que siempre llevaremos con nosotros.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.