El Pico Moncayo, con sus 2.314 metros, es la montaña más alta del Sistema Ibérico y un símbolo de Aragón. Esta gran montaña, situada entre Zaragoza y Soria, destaca por sus variados paisajes, que van desde frondosos bosques en las zonas bajas hasta terrenos más rocosos y áridos cerca de la cima.
Además de su belleza natural, el Moncayo tiene un gran valor espiritual y cultural, ya que ha sido un lugar de leyendas y peregrinación durante siglos.

Comenzamos nuestra ascensión al Pico Moncayo desde el aparcamiento situado a 750 metros del Santuario del Moncayo, un lugar lleno de historia y espiritualidad situado a unos 1.620 metros de altitud.
El Santuario del Moncayo es un lugar cargado de historia y espiritualidad. Construido en el siglo XII, el santuario ha sido durante siglos un punto de peregrinación para aquellos que buscan la protección y bendición de la Virgen del Moncayo. La estructura original ha pasado por varias restauraciones a lo largo del tiempo, pero aún conserva su esencia de refugio espiritual en un entorno natural imponente.
Este santuario no solo atrae a los fieles, sino también a montañeros y excursionistas que ven en él el punto de partida ideal para la ascensión al Pico Moncayo. Al estar enclavado en medio de la naturaleza, rodeado de bosques de pinos y hayas, el Santuario ofrece un remanso de paz antes de emprender la subida. Desde su explanada, en días despejados, se pueden ver las faldas del Moncayo en toda su majestuosidad, pero en nuestro caso, la niebla cubría el paisaje, dándole un aire misterioso.

El sendero que seguimos se adentraba rápidamente en el bosque. Estamos envueltos en una espesa niebla que da a la ruta un aire misterioso y silencioso. Apenas podíamos ver más allá de unos metros, lo que hacía que el bosque pareciera infinito. El camino no era complicado, pero las raíces de los árboles y las rocas mojadas nos obligaban a caminar con cuidado.





Durante el recorrido, no vimos a nadie, lo que hacía que la experiencia fuera aún más especial. Casi parece como si la montaña estuviera reservada solo para nosotros.
Sin embargo, nos encontramos con una curiosa escena: dos monjas, sentadas en distintos puntos del sendero. La primera estaba en silencio, sentada sobre una roca, y cuando pasamos cerca, nos sonrió.

Más adelante, encontramos a la segunda, quien, con una sonrisa amable, nos preguntó sobre la dificultad de la subida. Les explicamos que, aunque la niebla y el terreno inclinado añadían cierto reto, valía la pena seguir subiendo. No subieron.
Después de dejar atrás el bosque, la niebla comenzó a despejarse y nos encontramos con una vista impresionante: un mar de nubes se extendía bajo nosotros. Era como estar flotando por encima del mundo. A partir de aquí, el terreno era más rocoso y el viento comenzaba a sentirse más fuerte, pero la vista nos daba la energía para seguir adelante.











Finalmente, alcanzamos la cima del Moncayo, a 2.314 metros de altitud. Encontramos el vértice geodésico que marca el punto más alto y algunos buzones e hitos de piedra que otros montañeros habían construido. La cima es pedregosa y árida. El viento era fuerte, pero las vistas espectaculares.
Un mar de nubes se extendía por debajo de nosotros, mientras el sol iluminaba la escena desde arriba. Era como estar en una isla suspendida en el cielo. Nos quedamos un buen rato allí, disfrutando de la paz y la sensación de estar por encima de todo.






Después de almorzar y descansar un poco, comenzamos el descenso por el mismo sendero de subida con una sensación de logro y felicidad por la experiencia vivida en una de las montañas más emblemáticas de Aragón.





¡Nos vemos en la montaña!