Cordillera Huayhuash, Andes peruanos (vii): Huayllapa

El día de hoy ha comienza de una manera diferente. No hace frío, no hay ninguna sensación de agobio ni prisa. Lo mejor de todo es que hemos dormido toda la noche de un tirón en una cama cómoda, una experiencia verdaderamente maravillosa. ¡Una cama!

¡Y sí! Como no podía ser de otra manera, hemos decidido quedarnos una noche más en este lugar tan especial.

No hemos tenido tiempo para afeitarnos pero si para lavar la ropa más sucia. Después de disfrutar de un espectacular desayuno, bajamos a un pueblo cercano llamado Huramaza, situado a solo tres kilómetros de distancia.

Huayllapa

Durante el recorrido, tanto en la subida como en la bajada, nos detenemos a observar las chacras, una parte fundamental de la vida rural en esta región. Son parcelas de tierra cultivada, que en esta zona montañosa se distribuyen en terrazas llamadas andenes.

Estas estructuras, creadas con piedra y tierra, permiten aprovechar al máximo el terreno empinado, facilitando el cultivo en un entorno que, de otra manera, sería muy difícil de utilizar para la agricultura.

La agricultura en las chacras es variada y adaptada a las condiciones del clima y del suelo. Vemos cómo se cultivan diferentes tipos de tubérculos como la papa y el olluco, que son básicos en la dieta local. Además, el maíz y la quinua ocupan un lugar especial en estas parcelas, siendo productos que han sido cultivados aquí durante siglos. Nos sorprendió la destreza y el conocimiento ancestral que los agricultores locales aplican para mantener estas terrazas fértiles, utilizando técnicas transmitidas de generación en generación.

A lo largo del camino, un agricultor local nos explica cómo funcionan los sistemas de riego, aprovechando las vertientes naturales que bajan de las montañas. Este ingenioso sistema no solo garantiza que las plantas reciban el agua necesaria, sino que también ayuda a prevenir la erosión del suelo, un problema constante en terrenos tan inclinados.

Además de la función agrícola, las chacras tienen un profundo significado cultural y espiritual para las comunidades andinas. Para muchos, la chacra no es solo un lugar de trabajo, sino un espacio sagrado donde se conecta con la tierra y se agradece a la Pachamama, la Madre Tierra, por los frutos obtenidos.

Nos fascinó cómo, en este rincón del mundo, la vida sigue un ritmo marcado por las estaciones y las cosechas, donde cada día es una oportunidad para interactuar con la naturaleza de una manera armónica y respetuosa.

Al llegar al pueblo de Huramaza, nos encontramos que es similar desde el que hemos partido, pero sin turismo.

Uramaza

Al bajar por una de sus calles, nos encontramos con la celebración de un festival para celebrar el 88 aniversario del colegio local, a la que somos cordialmente invitados a participar. Nos sorprende la cantidad de alumnos que tiene el Centro Educativo.

Durante nuestra visita, tenemos la oportunidad de conversar con el director del colegio, quien nos ofrece una breve pero valiosa explicación sobre la educación en estos pueblos peruanos. Nos habla de los desafíos que enfrentan los estudiantes y maestros debido a las condiciones geográficas y la falta de recursos, pero también del gran esfuerzo que la comunidad pone en brindar una educación de calidad a sus hijos. Es inspirador escuchar cómo, a pesar de las dificultades, hay un fuerte compromiso por parte de todos para asegurar que los jóvenes reciban la mejor educación posible.

Comprobamos que hay multitud de carteles medioambientales por el pueblo, aunque luego la realidad es muy distinta.

Después de esta enriquecedora experiencia en el colegio, subimos nuevamente a Huayllapa, donde después de almorzar nos tomamos un momento para descansar con una breve siesta, seguido de una partida de cartas y un tranquilo paseo por el pueblo.

Para culminar el día, disfrutamos de una cena de ceviche acompañada de Inca Kola. El ceviche es uno de los platos más emblemáticos de la gastronomía peruana, elaborado con pescado fresco marinado en jugo de limón, mezclado con cebolla, ají y cilantro, lo que le da un sabor fresco y cítrico. Es un plato muy apreciado tanto por su sabor como por su capacidad para refrescar en los días calurosos.

Nos vamos a dormir temprano, ya que mañana nos espera un desafío doble: dos pasos de montaña, cada uno de ellos situado a 5000 metros de altitud.

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