Amanece un nuevo día en el Campamento de Cuyocpampa a 4400 m y el frío nos recibe con intensidad. La noche ha sido especialmente dura, con temperaturas bajo cero, y la falta de sueño comienza a pasar factura. Las preocupaciones empiezan a rondar nuestras mentes: ¿tendremos alojamiento esta noche en el hotel de Huayllapa? ¿Llegarán los muleros a tiempo para hacer la reserva? Dependemos de ellos para asegurar un lugar donde descansar.
Iniciamos la jornada con una subida desafiante hacia el Paso de Santa Rosa, situado a 5070 metros sobre el nivel del mar. Para algunos, las fuerzas comienzan a mermar, mientras que otros ya parecen haber alcanzado su mejor forma física. Como en el día anterior, nos acompaña Pancho, el cocinero, siempre una presencia reconfortante. Ruth, nuestra compañera, muestra signos de agotamiento tras cuatro días de un trekking que no da tregua.


La ascensión es dura, pero la recompensa es inmensa. A estas alturas, pocas fotos apetece hacer en la subida. Al llegar a la cima, situada a 5072 metros, las vistas nos dejan sin aliento: dos gigantes de piedra y hielo, el Carnicero (5560 m) y el Sarapo (6127 m), dominan el paisaje, con sus imponentes glaciares extendiéndose a sus pies.





Emprendemos el descenso por una ladera de rocas que nos lleva casi hasta la base de los glaciares, donde la vista es simplemente espectacular.


De nuevo constatamos una realidad preocupante: los glaciares están retrocediendo, víctimas visibles del cambio climático. El retroceso de los glaciares en esta región, como en muchas otras partes del mundo, es un fenómeno alarmante que evidencia los efectos del calentamiento global. Durante el ascenso y la posterior contemplación de estos colosos de hielo, es inevitable reflexionar sobre cómo las condiciones climáticas han cambiado drásticamente en las últimas décadas. Estudios recientes muestran que los glaciares andinos han experimentado una disminución significativa en su volumen y extensión, afectando no solo el paisaje, sino también a las comunidades locales que dependen de ellos.







El retroceso de los glaciares no solo altera el entorno natural, sino que también tiene graves consecuencias para las reservas de agua dulce. En esta zona, los glaciares actúan como enormes depósitos que liberan agua lentamente durante la temporada seca, asegurando un suministro constante para la agricultura y el consumo humano. A medida que los glaciares se reducen, la disponibilidad de agua en los meses más secos podría volverse cada vez más limitada, poniendo en riesgo las actividades agrícolas y la vida en las comunidades de la región.
Además, este fenómeno incrementa el riesgo de desastres naturales. El retroceso glaciar puede dar lugar a la formación de lagunas en sus frentes, las cuales, al romperse, pueden desencadenar peligrosas avalanchas de agua y lodo que amenazan a los pueblos situados más abajo en los valles.

En este idílico lugar, nos acordamos de nuestros compañeros y amigos del grupo de senderismo de La Senda de Arroyo, en la locxalidad de Arroyo de la Encomienda de Valladolid. Desde aquí les mandamos un fuerte abrazo. ¡Nos vemos en la Montaña!
Giramos a la izquierda y comenzamos a bajar por el vasto Valle de Quebrada Calinca, dirigiéndonos hacia el pueblo de Huayllapa.










Paramos a degustar el delicioso almuerzo que nos ha preparado nuestro chef Pancho
A medida que descendemos, notamos un aumento en la actividad agrícola. Cruzamos varios puentes de hormigón, desde los cuales divisamos varias cascadas.
La bajada se vuelve extenuante, pero la perspectiva de pasar la noche en un hotel, con la promesa de unas horas extra de sueño y una buena ducha, nos impulsa a seguir. Después de tantos días de frío, la idea de una cama y un techo es simplemente irresistible.
A medida que nos adentramos en el valle, la vegetación se torna más densa y el río cobra fuerza, encajonándose y formando hermosas cascadas.
Observamos las terrazas agrícolas, conocidas como andenes, que se elevan sobre el paisaje, y dentro de ellas, las chacras, donde los campesinos cultivan diversos productos.


















Algunas de estas terrazas son regadas por un sistema tecnificado que trae agua desde las alturas, demostrando la ingeniosidad de los habitantes de esta región. Algunas terrazas están realmente en posiciones sorprendentes, lo que destaca aún más la habilidad agrícola de la comunidad local.

Antes de llegar al pueblo, debemos realizar un trámite obligatorio: pagar la entrada a la Comunidad de Campesinos de Huayllapa. Ruth, nuestra guía, se encarga de gestionarlo.
Finalmente, alcanzamos Huayllapa, y la sensación de alivio al llegar a un hotel después de tantos días de trekking es indescriptible. ¡Siiii!


Descubrimos que las duchas tienen una forma peculiar de calentar el agua. Y encima esa noche no tienen agua caliente en el hotel. A los más aguerridos del grupo poco les importa este inconveniente.

Después de asearnos y descansar un poco, algunos de nosotros salimos a explorar el pueblo.



Es entonces cuando en algunos de nosotros surge una idea tentadora: ¿por qué no quedarnos una noche más en este hotel y aprovechar el día siguiente para visitar los pueblos cercanos? La propuesta parece que es bien recibida, aunque con ello implicaría un gran desafío: completar dos tramos de nuestro trekking en un solo día, cubriendo unos 30 kilómetros con 2000 metros de desnivel.
La pregunta queda en el aire: ¿Que harán nuestros intrépidos aventureros? ¿Y qué pensará Ruth y Pancho, nuestros guías, sobre este cambio de planes?

De momento ¡Dulces sueños!