El día comienza con el Pico Trapecio, imponente y majestuoso a sus 5653 metros, emergiendo entre las nubes. Hoy atravesamos uno de los pasos más imponentes del macizo de Huayhuash: el Paso Trapecio. Aunque teníamos la opción de visitar la Laguna Viconga, famosa por sus baños termales, decidimos el reto de cruzar el Paso Trapecio, situado a más de 5030 metros de altitud. Un nuevo hito en nuestras ascensiones.
La noche anterior ha sido gélida, como tantas otras durante este trekking. Las temperaturas descienden de manera drástica, dejando el campamento envuelto en una capa de frío que se filtra a través de la tienda y saco de dormir, haciendo casi imposible poder conciliar el sueño. Cada vez resulta más difícil encontrar una posición cómoda en el suelo, y el sueño, siempre escaso y poco reparador, comienza a ser un problema serio. A medida que avanzamos en esta travesía, el cansancio acumulado se hace más evidente, afectando mi energía y ánimo. Me encuentro en un punto en el que me pregunto cuánto tiempo más podré seguir en estas condiciones.
El agotamiento físico se combina con la dureza del entorno, poniendo a prueba mi resistencia y determinación en cada paso que doy en este desafiante recorrido.
A pesar del frío, comenzamos la jornada con una tradición reconfortante: Ruth nos trae el mate despertador, que nos ayuda a desperezarnos y a enfrentar el nuevo día con ánimo. Gracias.

Rápida lavada de cara. La higiene diaria se está convirtiendo en un reto cada vez más difícil de gestionar. Aunque hacemos lo posible por mantener la dignidad, las condiciones no son fáciles. Después de ayudar a los muleros a recoger el campamento y realizar unos estiramientos, emprendimos la ascensión al Paso Trapecio.

A medida que avanzaba la mañana, el cielo se fue despejando, revelando la imponente mole del Pico Trapecio ante nosotros. Caminábamos sobre un musgo verde que cubría el suelo como si fuera una alfombra natural, haciendo que cada paso fuera una experiencia única.













Después de un kilómetro de ascenso, el camino se bifurca: uno se dirige a los baños termales de Viconga, mientras nosotros nos preparábamos para atravesar el desafiante Paso Trapecio. La subida es bastante exigente, pero las vistas del Pico Trapecio (5633 m), el León Huacanan o Dormido (5420 m) y el Sueroraju (5442 m) compensaban con creces el esfuerzo.
A nuestros pies, la increíble Laguna Suerococha brillaba como un espejo natural.






Entre las rocas y los peñascos, aparecen pequeñas plantas que desafian las condiciones extremas de altura y frío, adaptándose de manera sorprendente a este entorno inhóspito. Esta vegetación, que parece frágil a simple vista, demuestra una resistencia y vitalidad que nos deja asombrados, recordándonos la increíble capacidad de la naturaleza para prosperar en los lugares más inesperados.


Tras un merecido descanso, ascendimos para contemplar el glaciar bajo el Pico Trapecio. La majestuosidad del paisaje nos deja sin palabras.


Al cruzar el Paso, el cambio en el paisaje era notable: la vegetación verde da paso a un terreno más árido, según nos dirigimos hacia el Campamento Cuyocpampa.








A mitad de camino, aquellos con más energías, gracias al apoyo del cocinero de la expedición, decidimos subir al Paso San Antonio (4990 m).


Las vistas desde allí, una vez más, nos dejaron sin aliento. Fue un día increíble.


Al llegar al campamento, la guía nos ofrece una opción inesperada para la siguiente jornada: dormir en el pueblo de Huayllapa. En un hotel, donde podríamos disfrutar de una ducha. El reto: llegar antes que los muleros de otras expediciones para reservar las habitaciones.
Esta posibilidad, no contemplada inicialmente, nos trajo un poco de felicidad y alivio a la expedición, a pesar del frío y el cansancio acumulado. Especialmente a uno…

Que viaje, que interesante y bonito tiene que ser. Que suerte y valentía tenéis. Ya nos iras contando, desde aquí os deseo mucha suerte y muy feliz viaje. Que todo vaya bien. Tengo que ver las fotos que envías con calma, estáis por el Océano Pacifico, que lejos mas o menos…… Muchos recuerdos Julia Bilbao